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La imaginación tiene una relación muy estrecha con la creatividad. Al ser tan parecidos, son términos que en ocasiones nos cuesta diferenciar y acabamos utilizándolos como sinónimos. Pero, ¡atención! No lo son.

¿Qué es la imaginación?

Al igual que la creatividad, la imaginación es una habilidad innata, una capacidad del ser humano. Sin embargo, no puede ser entrenada en mayor o o menor grado.

Vigotsky, decía que cuanta mayor sea la experiencia que se posea mayor será la imaginación. Este psicólogo ruso de origen judío, aporta una gran cantidad de teorías a la Psicología del Desarrollo, así como uno de los precursores de la Neuropsicología.

En uno de sus diversos libros, hablaba acerca de la imaginación en los niños. En él, expresa, que  si se desea que los niños cuenten con mayor imaginación es conveniente nutrir esta misma. Lo que hará que su creatividad se despierte.

¿Sabías que las emociones influyen mucho en nuestra imaginación?

Nuestros estados emocionales influyen en cómo observamos y evaluamos lo que tenemos alrededor. Es tal esta influencia que a la hora de imaginar nuestros estados emocionales aportarán nuestro granito de arena. Por ejemplo, si estamos alegres, seguro que recordamos momentos en los que nos sentimos así, e imaginaremos situaciones similares que seguramente estén llenas de colores vivos.

En ocasiones, esto es tan influyente que al rememorar una experiencia o un objeto, podemos no llegar a “verlo” con los mismos ojos con los que lo vimos y por tanto surgir de este algo nuevo. 

Imaginación vs. Creatividad

La creatividad es la capacidad que poseemos para percibir, ver, idear, crear e inventar. Esta es totalmente práctica. Es decir, a partir de algo existente podemos buscarle a eso otro uso, crear algo diferente o verlo de una manera totalmente distinta a la que ha establecido su creador.

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Mientras que la imaginación a través de experiencias, sensaciones, objetos, emociones o sentimientos que almacenamos en nuestra memoria los cogemos para transformarlos y representarlos mentalmente. Esta es puramente abstracta. Por lo que una vez que hemos puesto en práctica esa idea que tenemos en la cabeza en base a todo lo nombrado se transforma en creatividad. Ya que es algo nuevo, novedoso.

Podemos decir, entonces, que la imaginación es lo que está en la mente y la creatividad es la creación, lo palpable.

La imaginación nos permite representar mentalmente cualquier cosa. Tanto algo que hayamos vivido como aquello no hayamos vivido. Al igual pasa con los objetos.  A la hora de pensar en uno que no existe y en sus posibles funciones es cuando entra en juego la creatividad. Por ello, la imaginación es el motor de la creatividad.

¿Dónde reside la imaginación?

Al igual que ocurre con la creatividad, en la imaginación participan diversas áreas y zonas de nuestro cerebro. Es el caso de:

  • Corteza occipital. Relacionada con el procesamiento visual.
  • Lóbulo frontal. Es nuestro lugar de reflexión. Es en esta parte de nuestro cerebro donde analizamos la información que tenemos para determinar si es objetiva, abstracta, veraz, sesgada, etc.
  •  Corteza parietal. Se encarga de integrar la información sensorial.
  • Precúneo. Es una zona de nuestro cerebro que se ha visto que se encuentra estrechamente relacionada con procesos de autociencia.
  • Sistema límbico. Lugar donde reside el procesamiento de las emociones.

Un aspecto curioso de esta habilidad reside en que cuando nosotros nos imaginamos realizando una acción, un objeto o una situación, en nuestro cerebro, todas las áreas relacionadas con aquello que estamos imaginando se activan. Por ejemplo, si imaginamos que estamos caminando, nuestra corteza motora se está activando.

Esto es muy interesante a la hora de la rehabilitación en personas que han sufrido un daño cerebral. Ya que, con el solo hecho de imaginar, podemos permitir que ese circuito neuronal que se encuentra parcialmente dañado pueda verse reforzado y activado en mayor o menor grado junto con la ayuda de la rehabilitación.

La imaginación está por todas partes.

Continuamente estamos imaginando. En nuestro día a día podemos encontrar ejemplos muy claros de ello. Y, sino, párate a pensar. Cuando piensas en algo que puede suceder y planteas diferentes alternativas tu imaginación se está activando. Recurres a sucesos previos, experiencias, situaciones similares y te haces una idea acerca de lo que puede ocurrir. Entrando en juego las expectativas, la lógica, la probabilidad y las emociones.

Además aparece en la resolución de problemas, en la planificación y en la creatividad como ya dijimos. De esta manera, vamos creando posibles escenarios acerca de cómo dar respuestas, resolver una situación y ver cuál de ellas puede ser la más certera.

En ocasiones nos evadimos de la realidad imaginando situaciones ideales o que nos gustaría que sucediesen tal cual las imaginamos. Con la misma intensidad emocional. Es decir, “soñamos despiertos”. Sino, piensa en cómo te sentirías si tuvieses una casa propia en la cual no tienes que pagar hipoteca.

A veces, utilizamos esta capacidad para evadirnos de una realidad con la que no estamos conformes, no nos encontramos a gusto con nuestra vida o situación. Para de esta manera, experimentar emociones que nos son más agradables de sentir y compensar las sensaciones que estamos experimentando.

¿Cómo podemos mejorar nuestra imaginación y la de los más pequeños?

Conforme vamos creciendo esta habilidad se va haciendo más pequeña, mientras que en los niños es una habilidad bastante destacable. Para poder mantenerla y no perderla podemos:

  • Alimenta a tu mente leyendo.
  • Enriquecerla con el arte.
  • Escucha música instrumental, sin letra.
  • Sal a caminar y descubrir la naturaleza.
  • ¡Apaga la televisión!
  • No fuerces a tu cabeza. Deja que la imaginación venga a ti.
  • Escribe. Aunque sea un diario personal.
  • Descansa de las RRSS
  • Apúntate a clases sueltas de artes plásticas, alfarería, baile, etc.
  • No tengas miedo de coger lápiz y papel para expresar todo lo que llevas dentro.

Bibliografía

S. Vigotsky. Imaginación y creación en la edad infantil. 1999

Escrito por: Leyre Villelga Marquez, Psicóloga experta en Neuropsicología Clínica y Neuromarketing. Arteterapeuta. 

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