¿Conoces este término? El hambre de piel está muy relacionado con la soledad y tiene lugar cuando perdemos el contacto físico con otros.
Aunque el término empezó a utilizarse en personas mayores que vivían solas sin haberlo elegido y carecían de contacto físico con otras personas. Pero, actualmente este hambre de piel ha llegado a más colectivos. Veamos un poco más acerca de este término.
¿Qué es el hambre de piel?
El hambre de piel es la ausencia de contactos físicos, sociales y comunicativos en un período de tiempo prolongado. Esta carencia tiene consecuencias a nivel psicológico, emocional y fisiológico, es decir, repercute en distintos aspectos de nuestra salud.
Aunque el término se acuño principalmente en investigaciones basadas en personas mayores porque es dónde se vio este fenómeno principalmente. Actualmente, jóvenes y adolescentes también están experimentado este fenómeno.
La pandemia y el COVID-19 han contribuido bastante en la extensión de este fenómeno en todos nosotros.
¿Por qué es tan importante el contacto físico?
Es cierto, que se lleva estudiando desde hace muchos años la importancia del contacto físico, el tacto, en la regulación de emociones y conductas. El contacto físico tiene una serie de beneficios muy grandes en nuestra salud:
- Está muy relacionado con el placer.
- Fortalece el sistema inmune.
- Disminuye el estrés.
- Rebaja los niveles de ansiedad.
- Permite regular nuestras emociones, es decir, nos permite gestionarlas.
- Es una manera de expresión emocional.
- Facilita el desarrollo de habilidades sociales.
- Incrementa los niveles de serotonina, dopamina y oxitocina (hormonas relacionados con el bienestar)
- Nos aporta consuelo, comprensión.
Pruebas de la relevancia de la existencia de hambre de piel
En Psicología se han hecho múltiples experimentos mostrando la relevancia de la necesidad de contacto físico. El mas conocido de todos es el de Harry Harlow en 1932. El cual experimento con macacos Rhesus. Su objetivo era observar cómo se establecían los vínculos madre-hijo. Solo que en este caso con una madre artificial. Aunque os dejamos aquí el enlace con el vídeo, el experimento demostró que estos macacos preferían aquellas madres que les recordaban a la biológica por el tacto. Pero, además, se observó que la seguridad era mayor estando con estas mismas ante una amenaza.
Ejemplos como este podemos encontrarlos en otros documentales. Uno reciente utilizaba un Langur niño artificial con cámara para observar el comportamiento de estos monos. No quiero contaros mucho más acerca del mismo y os dejo aquí un fragmento del documental para que lo veáis. Es muy interesante observar cómo los vínculos emocionales en otros animales porque merece sus minutos.
En otros casos, se ha observado como bebés que se encontraban en centros, alimentados por biberones, su desarrollo no era el mismo comparado con aquellos que recibían la lecha materna y el contacto físico con sus madres en este proceso. Muchos de ellos no crecieron, algunos tenían estados emocionales similares a la depresión e incluso llegaban a morir por la falta de contacto físico. Debemos pensar que cuando nacemos somos totalmente indefensos. Necesitamos de una figura que nos proteja, nos de seguridad y nos permita desarrollarnos porque como hemos visto el contacto físico influye en nuestro desarrollo.
Pruebas más recientes con técnicas modernas como la neuroimagen, muestran que el contacto de la piel con la figura de apego es fundamental para el desarrollo de los bebés.
El sentido del tacto
Cuando nacemos todavía necesitamos un tiempo hasta que alcanzamos cierto nivel de madurez cerebral y sensitiva. Sin embargo, el tacto es el sentido que tenemos más desarrollado cuando nacemos.
El tacto es un sentido que se puede desarrollar más de lo que creemos. Sin embargo, le proporcionamos poco valor en nuestras vidas. Y, por otro lado, le damos mayor relevancia a la vista y el oído, principalmente. En líneas generales, siempre se ha marcado socialmente que una persona ciega o sorda no tiene valor en la sociedad, pero ¿y una persona sin tacto?
No obstante, a través del tacto podemos recabar una gran cantidad de información.
Porque, si no lo sabías, el tacto es el único de todos nuestros sentidos con el que no podríamos vivir. Tal es su importancia que si te paras a pensarlo es muy sencillo:
- ¿A través de qué sentido eres capaz de percibir si hace frío o calor?
- ¿O de si algo quema o no?
- ¿Y el dolor?
- ¿La vibración?
- ¿La postura que tenemos ahora mismo?
- ¿Dónde están nuestros pies?
Son ejemplos muy simples, pero sin el tacto nos perderíamos mucha información. Vale que puedes mirar y ver que tus pies están apoyados en el suelo pero si no tuvieses tacto no los sentirías, por ejemplo. No percibirías el corte que te acabas de hacer y que tal vez requiere atención, o te quemarías al comer cualquier comida recién hecha y no te enterarías.
Es por ello que el tacto es el sentido que nos mantiene en un continuo contacto con la realidad. Además, es el órgano de los sentidos que más rápido se regenera y más extenso en nuestro organismo.
Aunque podría seguir hablando del tacto, lo dejaré para otra ocasión porque da para hablar mucho y continuamos con el hambre de piel (si te interesa el tema comenta para hacérmelo saber!!)
El tacto y el hambre de piel
Como hemos podido ver, el tacto es un sentido muy importante en nosotros como humanos. Nuestras yemas poseen una gran sensibilidad. Por ello, cuando alguien nos roza simplemente con ellas, sentimos y percibimos una gran cantidad de sensaciones al igual que le sucede a la persona que nos toca. ¡Nos comunicamos!
Esto es tan sumamente importante, tanta información que se transmite que las personas que no tienen este contacto no se pueden comunicar. Pensamos, que la única manera qué tenemos para “hablar” con otras personas son nuestras palabras y nuestra voz. Sin embargo, como vemos existen muchos medios: a través de la pintura, el baile, la música o con un simple roce de piel.
Tal vez, en un mundo en el que impera lo tecnológico nos estemos perdiendo muchas cosas por solo ir tocando un aparato frío y vacío de sensaciones. A lo mejor, es el momento de levantar la cabeza y en vez de escribir a una amiga diciéndola que te gustaría darle un abrazo, queda con ella y hazlo.
Porque es tu hambre de piel hablándote.
Conclusión
Somos seres sociales y por mucho que a veces nos cueste aceptar o no nos guste tanto necesitamos del contacto de los otros para poder sobrevivir.
Por otro lado, me gustaría comentar, que parece ser que hasta que determinados problemas no llegan a ciertos colectivos como son los niños, adolescentes o jóvenes no nos parecen relevantes.
El hambre de piel, siempre ha estado ahí, en las personas mayores. Sin embargo no se le ha dado tanta importancia o no ha llegado hasta nuestros oídos “porque son mayores”. Cuando el problema afecta a un colectivo de nuestra población puede llegar a afectarnos al resto. No obstante, parece que solo sabemos poner el foco en un grupo determinado y llamarlo problema cuando nos toca de cerca aunque sea algo que ha convivido con nosotros desde siempre.
Escrito por: Leyre Villelga Márquez, Psicóloga especializada en Neuropsicología Clínica y Neuromarketing. Experta en Duelo. Terapeuta Psicoexpresiva.